Falleció esta madrugada en su casa de Santos Lugares.
El célebre escritor y ensayista iba a cumplir 100 años el próximo 24 de junio.
Había nacido en la ciudad de Rojas, provincia de Buenos Aires, y fue
el décimo hijo de once hermanos.
Entre otras grandes obras, escribió las novelas "El túnel", "Abaddón
el exterminador" y "Sobre héroes y tumbas".
El escritor argentino Ernesto Sábato falleció hoy en la tranquilidad
de su hogar a los 99 años. El deceso del autor de El túnel tuvo lugar
en la madrugada de hoy.
La amiga personal de Sábato Elvira González Fraga dijo en
declaraciones radiales que hace 15 días una bronquitis complicó su
estado de salud. Hoy, cerca de la una de la madrugada su cuerpo no
resistió más.
Sábato iba a ser homenajeado mañana en la Feria del Libro que se
realiza en el predio de la Rural. El festejo en nombre del autor iba a
tener lugar dado que este 24 de junio iba a cumpli 100 años.
Ernesto nació en Rojas, provincia de Buenos Aires, en 1911. Entre sus
títulos académicos se encuentran un doctorado en Física y varios
cursos de Filosofía en la Universidad de La Plata.
Trabajó en el Laboratorio Curie, en París, y abandonó definitivamente
la ciencia en 1945 para dedicarse exclusivamente a la literatura.
Sus tópicos más recurrentes se encargaban de la crisis del hombre en
nuestro tiempo y de la reflexión sobre la propia literatura.
Sus obras más destacadas son El escritor y sus fantasmas (1963),
Apologías y rechazos (1979), El túnel (1948), Sobre héroes y tumbas
(1961), y Abbadón el exterminador (1974).
Lejos de asumir un rol incontrastable, el autor de la trilogía de novelas “El Túnel“ (1948), “Sobre héroes y tumbas“ (1961) y “Abbadón el exterminador“ (1974) fue un escritor y un ser humano polémico, cruzado por sus propias contradicciones, presentes en algunos de sus personajes literarios.
“Nunca me he considerado un escritor profesional, de los que publican una novela al año. Por el contrario, a menudo, en la tarde quemaba lo que había escrito a la mañana“, declaró una y otra vez para referirse a esa obra que marcó las generaciones del 60 y 70 y se desdibujó cuando sus ojos comenzaron a fallar, para ser reemplazada por la pintura.
Sus escritos finales, que incluyen memorias y crónicas de la vejez, constituyen su postrera y desvaída despedida con la escritura, más allá de algún destello vital como la conmovedora confesión de amor a su colaboradora Elvira Fernández Fraga, hoy al frente de la fundación que lleva su nombre.
Su figura recobró fuerza como portavoz de valores añorados por una sociedad lacerada primero por la dictadura militar y luego por el neoliberalismo imperante en los años 90. Su mensaje se concentró en los jóvenes: “Sólo quienes sean capaces de encarnar la utopía -dijo- serán aptos para el combate decisivo, el de recuperar cuanto de humanidad hayamos perdido“.
Días antes de su nacimiento, el 24 de junio de 1911, falleció un hermano suyo de 2 años llamado también Ernesto, un hecho que lo marcaría de por vida.
De origen calabrés, su padre tenía un molino harinero en la localidad bonaerense de Rojas y con su hermano Arturo salían a comprar frutas en una volanta. En ese pueblo donde expresó su deseo de ser enterrado pasó su niñez.
El ideario de Sábato se va delineando a partir de su adhesión al Partido Comunista, en tiempos del general Augusto Sandino, los mártires de Chicago y la terrible dictadura de José Evaristo Uriburu, que lo lleva a la clandestinidad.
Con dudas acerca de la infalibilidad del materialismo dialéctico y en pareja con Matilde Kusminsky, joven de 19 años que se va de su casa para unirse al escritor, Sábato viaja a Moscú pero en el camino escapa a París, ante el inicio de las purgas de Stalin.
A su regreso obtiene su doctorado en el Instituto de Físico-Matemática. Bernardo Houssay le da una beca en 1938 para trabajar con el matrimonio Curie en París. Allí conoce al pintor cubano Wilfredo Lamm y a integrantes del grupo surrealista.
En esos días escribe “La Fuente Muda“, una novela de la que sólo publicó algunos capítulos en la revista Sur.
A principios de los 40, Sábato junto a su mujer y su pequeño hijo viaja a las sierras cordobesas a vivir en un rancho precario: “Deseaba vivir en la meditación, afrontar los hechos esenciales de la vida y ver si podía aprender lo que tenía para enseñarme...“.
Pero consigue un puesto en la Unesco y regresa a París: “hundido en una profunda depresión, frente a las aguas del Sena, me subyugó la tentación del suicidio“, confiesa en sus memorias.
En esa época afianza sus vínculos literarios: conoce a Victoria Ocampo y a Borges (“interminables fueron las conversaciones sobre Platón y Heráclito de Efeso, lamentablemente, en 1956 nos separaron ásperas discrepancias políticas“).
Según el propio Sabato, “`El túnel` fue la única novela que quiso publicar, y para hacerlo debí sufrir amargas humillaciones. A nadie le parecía posible que yo me dedicara a la literatura“.
Entre su obra ensayística figuran “Uno y el universo“; “Hombres y engranajes“, “El escritor y sus fantasmas“, “Apologías y rechazos“ y “La robotización del hombre“. Además, el “Romance de la muerte de Juan Lavalle“, cantata que compuso junto a Eduardo Falú.
Fue nombrado Caballero de las Letras y las Artes, distinción instituida por André Malraux y la Cruz de la Orden de la Legión de Honor (Francia, 1980). Entre otros galardones, recibió el Premio Cervantes, el Menéndez Pelayo, el Premio Jerusalén y la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes de Madrid.
Luego de la dictadura militar, Sábato asumió la dirección de la Conadep, organismo que por primera vez puso al descubierto los crímenes de lesa humanidad ocurridos en la Argentina. Un compromiso que continuó hasta el final, como lo testimonian sus diversas intervenciones sobre el horror perpetrado en esos años.
Al finalizar los años 90, apareció su libro de memorias “Antes del fin“; al filo del siglo XXI publicó “La resistencia“ y en junio de 2004, “España en los diarios de mi vejez“. Para ese entonces ya habían muerto su mujer Matilde y uno de sus dos hijos.
El homenaje que le ofreció el Premio Nobel de Literatura, el portugués José Saramago durante el III Congreso de la Lengua Española realizado en 2004 en Rosario (Santa Fe) mostró -una vez más- el enorme cariño de la gente común por el escritor. Hasta se dio el lujo en esos días de cumplir uno de sus sueños y se fotografió junto a todo el equipo de Rosario Central.
Para entonces sus apariciones públicas eran cada vez más esporádicas; refugiado en Santo Lugares, su casa se convirtió en un lugar de peregrinación constante, sobre todo el día de su cumpleaños.
Allí, en su biblioteca, con los libros apilados en orden, entre sus cuadros y el sonido del viento colándose por la vieja arboleda, Sábato recibía a familiares, vecinos y amigos e invitaba a pasar a los jóvenes que, como parte de un ritual, tímidamente lo atisbaban por la ventana.
Cuando tuvo que restringir este rito, fue todo el pueblo de Santos Lugares el encargado de organizar una gran fiesta para celebrar, sin duda, la vida de su habitante más ilustre.
Una obra inmemorial y contemporánea, por María Rosa Lojo*
Desde El túnel, tragedia de la conciencia aislada, hasta Abaddón, el Exterminador (1974) verdadero "teatro del mundo" donde el mal contamina y afecta a cada uno de los seres que actúan en el "carnaval siniestro", la novelística de Ernesto Sabato se acerca a la confrontación dialógica con el mito.
En una apuesta riesgosa y marginal, los héroes que buscan el origen y la totalidad por la vía oscura erigen, ante lo impenetrable, simulacros de una cosmogonía aterradora.
El escritor continúa, así, una vieja aspiración romántica: la que quería ver en la novela una suma de géneros, la que la postulaba como sucesora de la epopeya y del mito. Expulsado por el Logos -afirma Sabato- el Mythos se refugia en el arte, que a la vez lo profana y lo reivindica.
Por ello la gran literatura constituiría, desde esta perspectiva, una revelación de la sacralidad, una muestra de lo real despojado de máscaras. Por ello también resultaría ser un medio de salvación del alma (la propia y la comunitaria).
El autor de Abaddón vive su tarea como un trabajo que puede afectar a la humanidad entera y servir "para encontrarle un sentido a la existencia".
Como el mito, que logra abolir la temporalidad profana y transportarse así al Origen, la novela aparece como aspiración de eternidad que perpetúa los instantes supremos de la vida, el amor y el éxtasis donde se supera la existencia ordinaria sometida al devenir.
El lenguaje del arte metafísico que Sabato exalta es simbólico: "expresa una realidad del único modo en que esa realidad puede expresarse, y es irreductible a otro lenguaje".
Antiguas imágenes, sueños y terrores milenarios, símbolos que cambian de contexto, se distorsionan o se invierten, concurren para tejer la compleja materia de una obra a la vez inmemorial y contemporánea, donde también la historia de la patria se recupera para el mito moderno.
Distintas formas de la ensoñación o la religiosidad convergen, junto a la legión de Lavalle o la gélida mirada de Rosas que domina un salón familiar, en un campo de batalla donde combaten los antagonistas: materia y espíritu, tinieblas y luz, nieve y fuego, cielo e infierno, ciencia y poesía, mundo platónico y pasión terrestre, muchas veces se intercambian y confunden a merced de la ambigüedad de las conciencias y de los símbolos.
Esta ambigüedad hace tan difícil como indeseable, establecer un "mensaje" unívoco para las novelas sabatianas, donde el mal resulta ser también una forma de pureza, la tiniebla un ámbito de sabiduría, el mero espíritu una peligrosa deslealtad a la imprescindible pasión, la escritura un trato con los demonios y una vía redentora, una elección y una maldición.
La tesis neoplatónica de que las Ideas habitan en la mente humana y de que el arte es mímesis de esas Ideas, se transforma luego en la tesis romántica y simbolista que considera al arte como mímesis de los "abismos del espíritu": las pasiones, el inconsciente y lo desconocido.
El ejercicio sabatiano de la ficción profundiza esta metamorfosis del platonismo. Si el símbolo artístico es espejo, se trata de un espejo oscuro, empañado, turbio.
Se quiebra también, en esta narrativa, la armonía cósmica, el secreto concierto de las correspondencias que del romanticismo al surrealismo, la poesía creyó poder recuperar.
La "música de las esferas" se revela engañadora, no tiene ya que ver con la existencia concreta e impura del hombre; el abstracto y alejado Lugar Celeste platónico no deja de ser en este sentido un fraude, incapaz de colmar al ser encarnado.
De todas maneras, si se ha cuestionado el vínculo entre el cielo y la tierra, si el arte es un espejo equívoco, las correspondencias sobreviven en los textos de Sabato, relativamente y al modo surrealista.
Sus personajes son seres en búsqueda y encuentro del destino, que se cumple por la extraña convergencia entre los móviles inconscientes y la trama de la realidad externa: el mundo es un jeroglífico donde cada uno descifra el itinerario inevitable de su vida. Y la meta es llegar al punto donde coinciden los contrarios.
La simbólica de Ernesto Sabato desarma las certezas del conocimiento visual (paradigma del conocimiento para la tradición de Occidente) y propone un nuevo criterio de verdad donde la evidencia pasa por lo invisible, donde la visión siempre indecisa, fantasmal, cede ante la visceral clarividencia del tacto.
El cuerpo, raíz y fundamento de la escritura, es también el lugar de acceso a la condición humana. El saber, terrible y extraordinario, que alcanza Fernando Vidal Olmos en la Cloaca tiene al cuerpo como frágil pero imprescindible mediador: supone la trasgresión de todos los tabúes, la fusión, el `devoramiento` y un climax erótico que instala fugazmente al ser en la unidad originaria, inaccesible para la mera conciencia racional.
Toda la obra de Sabato es, en este sentido, una búsqueda agónica de la escritura primaria, de un original oculto tras las copias, falsificado y fragmentado por un logos que no da cuenta de la totalidad del ser. Totalidad irrecuperable, de la cual el ser humano ha sido arrojado hacia la Historia y la insatisfacción, que es también el motor de toda creación y toda escritura.
El sentido del exilio en la obra sabatiana no se restringe sólo a la pérdida del reino mítico. Atañe en especial al drama por excelencia de los americanos según lo definió H. A. Murena, que sufren un segundo destierro del Centro (el de la Historia de Occidente, representada por Europa).
Y también a la peculiar situación de los argentinos, desarraigados tanto del mundo europeo como del sustrato indígena, y en quienes las contradicciones y el sentimiento de pérdida parecen exacerbarse.
El espectro simbólico luz/tinieblas, visión/ceguera y la búsqueda del Origen, se inscriben también en este registro como una indagación, compleja y a menudo frustrada, en lo identitario de la nación, desdibujado y desdibujable en la ciudad babélica que no guarda memoria de los “héroes fundadores”, ni repara en los “rostros invisibles” (o que se prefiere no ver) de los anónimos héroes cotidianos.
Entre el heroísmo y la traición, la autenticidad y la farsa, el desvalimiento y el poder de la palabra, la escritura traza así su extraño itinerario hacia el "sol negro" de la alucinación o la revelación, en busca del pasaje o túnel capaz de conectar los opuestos en que, más acá del paraíso, en el reino de este mundo, vemos escindirse la trama de las apariencias.
(*): La autora es escritora, investigadora del CONICET, coordinadora de la edición crítica de Sobre héroes y tumbas para la Colección Archivos de la UNESCO.
El director de la Biblioteca Nacional lamentó la muerte del escritor
El director de la Biblioteca Nacional, Horacio González, lamentó la muerte del escritor Ernesto Sabato y rescató el valor humanístico de su obra.
González recordó su trayectoria y valoró su tarea en la Conadep, a comienzos de la restauración de la democracia en 1983.
Sábato falleció esta madrugada en su casa de Santos Lugares, a los 99 años.
La ardua gestación de la mejor novela del siglo XX, por Julieta Grosso
Compleja y extensa como pocas resultó para Ernesto Sabato la gestación de "Sobre héroes y tumbas", considerada por los críticos como la mejor novela del siglo XX y en la que conjura sus obsesiones autobiográficas para reflexionar sobre la historia argentina y avanzar en la investigación de la relación entre la conciencia y el mundo exterior al sujeto.
Publicada en 1961, "Sobre héroes y tumbas" mutó sus variables literarias en numerosas oportunidades desde el primer bosquejo ideado por Sabato en 1938 bajo el título de "La fuente muda", inspirado en un poema del poeta español Antonio Machado que dice "está la fuente muda y está marchito el huerto".
La escritura de esta novela fue abandonada durante años, hasta que el desaparecido diario Sur publicó un fragmento en el que se percibe cómo el escritor inaugura con ella un curioso experimento, con páginas a dos columnas: la izquierda utilizada para lo que el personaje va soñando y la derecha para narrar los hechos que le suceden.
De esta historia, Sabato retomó algunos elementos con los que construyó el primer bosquejo de "Sobre héroes y tumbas", al que le anexó fragmentos de otra novela, "Memorias de un desconocido", sobre los pensamientos delirantes de un nihilista -que sustentaron el "Informe sobre ciegos". Y de una tercera, "El desafío", acerca de un joven solitario que se encierra a esperar que aparezca Dios.
La versión definitiva de "Sobre héroes y tumbas" es el resultado de un proceso en el que desaparecieron capítulos enteros -además de diluirse personajes y cambiarse el nombre de familias enteras- y sufrieron transformaciones radicales los recursos narrativos: aún así, las alteraciones rindieron a favor de la historia, considerada la mejor novela argentina del siglo XX.
Narrada a partir de líneas paralelas que confluyen en la historia de amor entre dos jóvenes opuestos como Martín y Alejandra, Sabato repasa parte de la historia argentina en esta obra que combina pasado y presente, personajes heroicos y funestos, obsesiones y conflictos existenciales, todo en un marco atravesado por dantescas descripciones de sitios y personas.
La atormentada pasión de los protagonistas se mezcla con un suceso histórico ocurrido en el siglo XIX -la muerte y traslado del cuerpo de Juan Lavalle, héroe de la independencia- que adquiere un valor simbólico y con el segmento "Informe sobre ciegos", que plantea un motivo de estudio en torno a la unidad de la obra y a la estética del escritor.
La novela comienza con una "breve reseña preliminar" que introduce al último episodio del drama familiar de los Vidal Olmos: el asesinato de Fernando y el suicidio de su hija Alejandra, un padre y una hija que son capaces de odiarse hasta la muerte, amarse hasta el incesto y destruirse mediante un fuego purificador.
El devenir de esta familia emparentada con la aristocracia criolla es narrado a lo largo de 150 años hasta concluir, justamente, en Alejandra y Fernando: el lector asiste al detalle de la tortuosa relación, reavivada por el odio que ella siente por su padre, quien la violaba desde niña con la anuencia de su madre.
En otro plano, el libro avanza luego en la descripción de la vida de Martín Del Castillo, un muchacho de diecisiete años -hijo de una prostituta y un pintor fracasado- que suele pasar las tardes sumergido en sus cavilaciones en el Parque Lezama.
Allí, sentado en un banco al lado de la estatua de Ceres, comienza el descubrimiento de Alejandra Vidal, la chica extraordinaria que misteriosamente aparece en su vida y lo marca para siempre en ese fugaz encuentro. La historia está narrada por Bruno, escritor y enamorado de la madre de Alejandra, Georgina.
Con el trasfondo de una Buenos Aires inconfundible que aparece recreada en todas sus dimensiones - desde los miradores a las alcantarillas-, Sabato no elude referencias al peronismo, a las diferencias sociales, al subte y a los parques. Utiliza todos estos elementos y los absorbe para lograr un testimonio integral.
El resultado de este rastreo minucioso es una semblanza del Buenos Aires de los años 60 fundido con un espacio de sueño, delirio, pesadillas atemporales que acechan cada noche en una piecita, en un caserón abandonado: en esa fusión reside uno de los aspectos de la grandeza de esta novela.
A partir de la ciudad, Sabato habla de la argentinidad como sentimiento, de una nostalgia permanente por haber perdido lo que nunca se llegó a tener y de cómo cada personaje la desarrolla a su manera para mostrar o intentar ocultar sus carencias, sus miedos, sus frustraciones. De ahí el sarcasmo, la violencia y el doble juego que deriva en uno de los motivos de la novela: la máscara.
El escritor se pregunta qué máscara le queda a un individuo cuando está en soledad, ante su conciencia, enfrentado a un yo que, como en el caso de Fernando Vidal -artífice del "Informe sobre ciegos"- puede metamorfosearse continuamente. O como Alejandra, atormentada por fuerzas extrañas, oscuras, destructivas contra las que a veces no es posible ni siquiera luchar.
"En la búsqueda de Martín, en la pasión de Alejandra, en la melancólica visión de Bruno y en el horrible `Informe sobre ciegos`, he intentado describir el drama de seres que han nacido y sufrido aquí. Pero a través de él, un fragmento del drama que desgarra al hombre en cualquier parte: su anhelo de absoluto y eternidad, condenado como está a la frustración y a la muerte", aseguró Sabato alguna vez.
"Sobre héroes y tumbas" es una novela conmovedora y trágica: lo que se propone el escritor, y lo consigue de manera contundente, es sacudir y despertar al lector, de modo que éste, al acabar la lectura, ya no sea el mismo, de la misma manera que Sabato ya no lo fue al terminar de escribirla.
Los vecinos lo recuerdan con anécdotas
Vecinos de la casa en donde vivió desde hace mas de 60 años Ernesto Sábato, recordaban esta mañana la figura del escritor que falleció esta madrugada a los 99 años.
Adrián Robledo recordó que "cuando Sábato cumplió 80 años yo era repartidor de diarios".
Indicó que en esa oportunidad, el escritor "que estaba quemando a las 6 de la mañana, en la entrada de la casa, unas pinturas que había hecho, me invitó a desayunar y lo que más me llamó la atención fue la cantidad de libros que tenía".
"Me acuerdo que le pregunté dónde estaban las paredes de la casa porque iban desde el piso hasta el techo los libros, y después que me invitó a desayunar, me dijo que cumplía 80 años y me regaló una pintura que aún conservo".
Robledo señaló que "no hablamos nada de literatura" sino que "me insistía con que estaba mayor y que tomara el café con leche que me sirvió".
Destacó que también lo vio en otras oportunidades caminando por el barrio junto con Matilde -su esposa fallecida- "pero hacía mucho tiempo que no salía de la casa, se sabía que estaba enfermo y que venían familiares a visitarlo, aunque había algunas chicas que lo estaban cuidando".
Por su parte, Víctor Correira, amigo personal de Sabato, indicó antes de acercarse al domicilio del escritor que "Sabato estaba mal, pero siempre fue ese hombre excelente que a cada instante nos dio una lección de dignidad".
"Lo conocí hace 30 años, yo tenía un negocio a la vuelta de su casa que reparaba televisores y Matilde me traía las cosas para arreglar", recordó.
"En una oportunidad, vino con Ernesto y empezamos a hablar sobre la obra del Club de Leones, y fue él quien me pidió si lo podría convertir en su ahijado y hacerlo leonino, cosa que así ocurrió".
Destacó que "a partir de ese momento, comenzamos una amistad a tal punto que una vez, cuando vine a verlo y le toqué el timbre para entrar a su casa, me premió diciéndome `usted es amigo, no tiene que anunciarse, sino solo pasar`".
Los vecinos recuerdan el gran dolor de Sabato cuando murió su hijo Jorge en un accidente automovilístico y coinciden en afirmar que -a partir de ese momento- no fueron tantas las salidas públicas por el barrio y que cada vez que lo hacía, sólo recibía muestras de afecto de quienes lo conocían por años.
En otro orden, en el Club Atlético Defensores de Santos Lugares, ubicado en Langeri al 3100, frente a la casa de Ernesto Sabato, están realizando los preparativos para montar, desde las 17 de hoy, la capilla ardiente que funcionará hasta las 24.
Hasta ese momento, las instalaciones del club se mantienen cerradas, en tanto funcionarios del Partido de Tres de Febrero se hicieron presentes para interesarse sobre la organización del velatorio.
La prensa del mundo lamenta la muerte de Sabato
Todas las agencias de noticias internacionales y los medios gráficos en lengua castellana ofrecieron hoy una amplia cobertura del fallecimiento del escritor argentino Ernesto Sabato, que murió esta madrugada a los 99 en su casa de Santos Lugares.
El deceso del autor de "Sobre héroes y tumbas" y "El túnel" ocupó las portadas de las páginas de internet de diarios como "El País" y "El mundo" de Madrid y "la Vanguardia de Barcelona".
Definido como un defensor de los derechos humanos y escritor de renombre, "El País" reprodujo -también- el discurso completo que Sabato pronunció en 2002 en España en la entrega de los Premios Ortega y Gasset a la labor periodística.
También en América latina el fallecimiento de Sabato tuvo amplia repercusión ocupando las portadas de la edición electrónica de diarios como "El Mercurio" de Chile, "El Tiempo" de Colombia, "El País" de Montevideo, "ABC" de Paraguay, y "El Comercio" de Perú, entre muchos otros.
La agencia de noticias EFE califició a Sabato como el "último superviviente de los escritores con mayúsculas de la literatura argentina", mientras que la alemana DPA destacó su labor como presidente de la Conadep, y la BBC de Londres lo defininió como "novelista, ensayista y humanista".
El Portal del Barrio de Palermo
http://www.palermonline.com.ar/index.html
https://twitter.com/palermonline
http://barriodepalermo.blogspot.com/
http://www.facebook.com/pages/palermonline/56338272261
Hazte fan